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31 jul 2010

Comienzo

La casa estaba vacía y entonces me llevó a su cuarto. Nos sentamos en la cama a conversar, no pensaba que algo más pasaría, por mi inocencia al ser mucho menor que él tal vez. Y bueno, un tema de a otro y otro hasta que uno se queda sin temas y para evitar aquellos silencios incómodos los llena con besos húmedos a un perfecto desconocido. Puede que haya sido por el lugar, el tiempo o la ocasión, no importa, solo pasó.

Poco a poco sus manos acariciaron mi cintura por debajo de la blusa, sentía su calor, su experiencia. Llegó hasta mis senos y los acarició. Era una sensación completamente nueva para mí, era la primera vez que alguien me tocaba y la verdad no quería que parara. Luego su concentración fue hacia debajo de mi pantalón. Yo me deshacía, era mi primera vez en todo, cada sensación era al máximo, no podía creer que estaba sucediendo. Sin que me diera cuenta comenzó a masturbarme, a hacerme suya. No dejaba de besarlo, de sentir sus dedos, uno a uno, entrar en mí. Pensaba en que estaba mal, que no lo conocía, que no sabía ni siquiera su apellido o al menos no lo recordaba. Mandé todo a la mierda y me entregué. Preparó mi cuerpo, lo calentó, lo humedeció y la ropa sobraba. Sentía sus manos pasar por cada centímetro de piel que ardía de placer. Completamente entregada sentía como mi pantalón se deslizaba por mis piernas hasta alejarse de mí, como cada botón de mi blusa iba separándose del otro. Volteé mi cabeza para que besara mi cuello, para que lo lamiera y me di contra el reloj. “Me tengo que ir” le dije apresurada, me puse los pantalones, abotoné mi blusa, cogí mi cartera y bajé rápidamente las escaleras aun extasiada con la situación. Me acompañó a la puerta y nos despedimos con un beso que más que un adiós significaba aun “esto no quedará así”. Caminé hacia mi casa sin poder creer lo que había ocurrido, no pensaba en qué diría mi mamá o mis amigas del colegio, solo pensaba en lo mucho que me gustó y cuánto quería repetirlo y, esta vez, acabarlo

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